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16 de Marzo, 2025 |
#Jalisco #Teuchitlán #sobrevivientes
(Milenio). Le llamaban La Escuelita, pero entre sus muros no había aulas ni pupitres. No había maestros ni estudiantes. Lo que había en las entrañas áridas de Teuchitlán, Jalisco, eran instructores que formaban a sangre y fuego a próximos soldados del narco; jóvenes reclutas a los que llevaban, en su mayoría, con engaños.
El Rancho Izaguirre, en la comunidad de La Estanzuela, es un lugar localizado entre laberintos de tierra donde el humo de la leña para cocinar se mezcló con el de la carne humana calcinada. Ahí, hombres y mujeres fueron adiestrados en el manejo de armas, en técnicas de combate y fabricación de explosivos, pero también para desmembrar y desaparecer restos humanos.
Este sitio ya había sido `intervenido´ en septiembre de 2024 durante un operativo en el que participaron elementos de la Guardia Nacional y la Fiscalía General del Estado (FGE) de Jalisco. Nada pasó. `Los trabajos fueron insuficientes´, dijo apenas Salvador González de los Santos, fiscal de Jalisco.
En enero de 2025, Madres Buscadoras de Jalisco, y el reportero que hoy escribe, entraron al predio en una jornada de búsqueda de personas desaparecidas. El sitio fue identificado como un centro de adiestramiento del crimen organizado.
El horror terminó de salir a la luz el sábado 8 de marzo cuando los Guerreros Buscadores atravesaron los portones oxidados del lugar, guiados por susurros anónimos que aceptaron dar su testimonio de sobrevivencia a MILENIO.
Lo que ahí se encontró sigue dando la vuelta al mundo: montañas de ropa y zapatos abandonados, listas de nombres, maletas, un crematorio clandestino donde aún quedaban fragmentos de hueso entre las cenizas. Todo bajo la mirada de la Santa Muerte.
Así era el campo de exterminio del CJNG
El lugar, con una extensión de aproximadamente 9 mil 906 metros cuadrados, tenía una fachada engañosamente ordinaria. Adentro, todo distribuido en espacios de `trabajo´: área administrativa, gimnasio y dormitorio, cocina, baños, pista de entrenamiento, zona de obstáculos, almacén y carnicería.
`Desde que llegamos a la casa me dijeron que me encuerara, que me quitara el bóxer. Había que brincar por si traías un chip en el culo (sic) (?) En eso nos dicen, desde este momento empiezas a trabajar, ¿tienes algún problema?´, cuenta uno de los sobrevivientes.
El primer punto de contacto para todos los reclutados -en su mayoría atraídos con engaños o falsas promesas de empleo- eran los dos cuartos, de 50 metros cuadrados, ubicados a mano derecha del portón principal.
quienes en cuadernos tamaño profesional, de esos que se ocupan en las escuelas, iban anotando nombres, apodos, tareas y recursos. Era también ahí donde se almacenaban y destruían documentos y pertenencias personales de los reclutados.
`Así fuera uno, pero a diario llegaba alguien´, recuerda.
cuadrados- en la que anteriormente se almacenaban saldos de tiendas departamentales- funcionaba como dormitorio y gimnasio de las personas que cayeron en este sitio. En ese lugar había que adorar a la Santa Muerte, cuyo altar se encuentra todavía lleno de ofrendas y veladoras a medio quemar.
También era el espacio en el que se ejercitaban con cuerdas, poleas, barras y mancuernas de concreto.
`Dormíamos en posición fetal, muy pegados unos de otros, porque se llevaban gente, pero casi a diario llegaba gente nueva´, dice un hombre que sobrevivió a este lugar luego de estar dos semanas `que fueron eternas´.
En el rancho también había un espacio usado para torturar a quienes se atrevían a decir no a alguna de las indicaciones de los instructores.
`Todos los días nos pegaban por cualquier cosa, así nos mantenían con miedo. Desde que llegamos lo primero que te hacen -luego de que te desnudan- es agarrarte a tablazos`.
Nota original