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Opinión
¡SENADORES DE MORENA, VOTEN EN CONTRA!
04 de Septiembre, 2024

Por Bernardo León-Olea

Animal politico) En las elecciones de 1936, Franklin D. Roosevelt y el partido demócrata ganaron la mayoría calificada en el Congreso de Estados Unidos. En la Cámara de Representantes los demócratas tenían el 75.8 % de los votos y en el Senado, el 77.1 %. Además, tenían 40 de 48 gobernadores y la mayoría en 34 de las 48 legislaturas estatales. Todo lo necesario para cambiar la Constitución.


Desde 1933, la Suprema Corte había declarado inconstitucional una gran cantidad de leyes y proyectos que Roosevelt había propuesto para acabar con la brutal crisis económica de los años treinta, conocida como La Gran Depresión. 


La Corte echó para abajo diversos programas de recuperación económica, salario mínimo, apoyo a la agricultura y un largo etcétera, y en casi en todos los casos la razón era que la legislación le daba poderes metaconstitucionales al presidente, sin discutir realmente la pertinencia o importancia de los programas y las leyes que los respaldaban.


Roosevelt estaba realmente enojado y cuando en 1937 ganó esa enorme mayoría calificada en todo el país (61 % del voto), estaba listo para cambiar a una Suprema Corte que le había sido adversa durante sus primeros cuatro años de gobierno. En burla les decía a los ministros de la Corte los nueve hombres en kimonos.


El número de ministros de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos no está especificado en la Constitución, sino en la Ley Judicial (Juditiary Act), y durante el siglo XIX varió el número de ministros desde seis hasta 10, pero en 1869 se fijó en nueve ministros (un presidente y ocho asociados) y así ha quedado desde entonces.


Los ministros son propuestos por el presidente de la república y después de un severo proceso de revisión, comparecencias y dictaminación, son aprobados o rechazados por el Senado; una vez nombrados duran de por vida.


En 1937, con su enorme mayoría, Roosevelt estaba listo para quitarle la mayoría a los ministros de la Corte que declaraban inconstitucionales sus propuestas legislativas. 


Y la manera de hacerlo era modificando la Ley Judicial para aumentar de 9 a 15 el número de Ministros de la Corte (le llamaron Court Packing), lo que le permitiría nombrar -a él solo-, a seis ministros que serían afines a sus ideas. 


Esto impediría que las leyes que le aprobaba su enorme mayoría no fueran declaradas inconstitucionales, lo que al mismo tiempo le daría un enorme poder porque controlaría el ejecutivo, el legislativo, ¡el judicial! y la mayoría de los estados.


El 5 de febrero de 1937, Roosevelt hizo su propuesta de reforma con mucho optimismo. El pueblo está conmigo, le dijo a uno de sus más cercanos asesores, y en realidad así era, pero cuando los legisladores se dieron cuenta que esa reforma implicaba un cambio muy profundo en los equilibrios constitucionales, el apoyo empezó a flaquear? ¡en el Partido Demócrata! Su partido.


Los argumentos de Roosevelt eran muy populistas. Alegaba que los ministros eran muy viejos y no entendían los nuevos tiempos (aunque el ministro más viejo que tenía 80 años era el único que apoyaba la reforma), y que iban muy atrasados en sus sentencias. De 803 casos en que se había solicitado la intervención de la Corte, solo habían aceptado 108, lo cual por cierto no era poco. 


Y dicho sea de paso, en 2000 la SCJN de Estados Unidos solamente resolvió 87 casos. El caso es que muchos diputados demócratas estaban sentidos porque ni siquiera los habían consultado. Roosevelt supuso que aprobarían con los ojos cerrados su reforma, ¡sólo por ser del mismo partido!


No fue así. En el Senado había división al interior de la supermayoría demócrata. El presidente del Comité de Justicia, Henry Ashurst, dijo que aumentar el número de ministros era el preludio de la tiranía, pero muchos senadores se debatían, por un lado entre su respeto a la Constitución y a la división de poderes, y por el otro, en su lealtad a Roosevelt.


Sin embargo, darle tanto poder al presidente provocó que los senadores tuvieran más lealtad a la Constitución y sus equilibrios, que al presidente. George Norris, senador republicano por Nebraska, se manifestó en contra; Hiram Johnson de California se preguntaba si el Congreso debería aprobar una ley que haría de la Suprema Corte una institución subordinada al presidente; Burton K. Wheeler, uno de los demócratas más cercanos a Roosevelt, señaló que La reforma judicial no es liberal y no debe ampliarse el número de ministros.


La clave entre los senadores defensores de la Constitución y los equilibrios de poder, tanto demócratas como republicanos, fue que decidieron que la reforma Judicial no sería un tema partidista, por ello decidieron atrasar el dictamen y votación de la iniciativa, al mismo tiempo que la Barra de Abogados se manifestó en contra, los senadores recibieron muchísimas cartas de sus estados exigiéndoles que no aprobaran esa reformad, y la prensa (incluso la más liberal) se manifestaba en contra del proyecto.


Un periodista escribió: El mandato de Roosevelt fue para ser presidente, no Führer; acusaron al plan de fascista y advirtieron: Si cae la Suprema Corte todas las demás instituciones caerán.


Roosevelt, por su parte, hizo una gran campaña para que se aprobara la reforma. Empezaron las audiencias en el Senado y el presidente de la Corte mandó una carta a la Comisión de Justicia donde refutaba uno a uno los argumentos de Roosevelt. Esto fue un caso muy raro, porque desde 1819 ningún ministro de la Corte se había metido en una controversia pública.


El 18 de mayo de 1937, la Comisión de Justicia (de mayoría demócrata) votó en contra 10 contra 8 para que fuera desechada la iniciativa, pero Roosevelt no se dejó intimidar. Citó a los lideres de las cámaras (ambos demócratas) y les pidió que consiguieran las firmas de 218 legisladores para poder meter la iniciativa directamente al pleno, pero ellos se negaron.


Los líderes de ambas cámaras estaban bajo mucha presión, tanto del presidente como de sus compañeros legisladores. El líder de la mayoría en el Senado, Joe Robinson, intentó mantener la unidad en favor de la reforma, pero fue inútil. La defensa de la Constitución y del equilibrio de poderes prevaleció. El 14 de julio encontraron a Robinson muerto de un infarto en su departamento.


Roosevelt no fue al funeral del senador. Estaba enojado porque no logró que pasara su reforma y los senadores demócratas y republicanos fueron muy críticos de la inasistencia de Roosevelt, sobre todo porque Robinson murió por la presión que le generó tratar de pasar una reforma en la que no creía.


El 22 de Julio de 1937, el Senado con supermayoría demócrata votó en contra: 20 a favor 70 en contra (de los propios demócratas) y mató la iniciativa.


Posteriormente, Roosevelt pudo cambiar a nueve ministros de la Corte durante su mandato que duró 12 años y algunos historiadores dicen que por ello perdió esa batalla pero ganó la guerra, lo cual es cierto. Sin embargo, le quedó claro a todo mundo que el problema de fondo no fue que estuvieran en contra de las políticas de Roosevelt, sino en contra de destruir a la Constitución, la división de poderes y la independencia judicial.


Senadores de MORENA, miren el ejemplo de los senadores demócratas de 1937. Voten en contra de la reforma judicial; no será una derrota para ustedes, será una victoria del país. Millones de empleos dependen de que esa reforma no se apruebe, pero sobre todo la vigencia de la Constitución, el equilibrio de poderes, la independencia judicial y las libertades de los mexicanos. 


Más adelante, con esa legitimidad que les dará su independencia, podrán discutir y aprobar la reforma de justicia que el país necesita. Quizás perderán una batalla, pero ganaran la guerra (por decirlo así), y el pueblo y la historia se los va a reconocer de muchas maneras.


No destruyan el sexenio de Claudia Sheinbaum antes de que empiece.


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ANIMAL POLITICO


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