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Opinión
COMULGAR CON MÁS HONDURA
18 de Agosto, 2024

#Homilía #PadreGandhi 

Muy buenos días mi querida familia. Por el P Gandhi 


Domingo XX ordinario

Ciclo b. Juan 6, 51-58. 


«Dichosos los invitados al banquete del Señor». Así dice el sacerdote mientras muestra a todo el pueblo el pan eucarístico antes de comenzar su distribución. ¿Qué eco tienen hoy estas palabras en quienes las escuchan?


Muchos, sin duda, se sienten dichosos de poder acercarse a comulgar para encontrarse con Cristo y alimentar en él su vida y su fe. Bastantes se levantan automáticamente para realizar una vez más un gesto rutinario y vacío de vida. Un número importante de personas no se sienten llamadas a participar y tampoco experimentan por ello insatisfacción alguna.


Y, sin embargo, comulgar puede ser para el cristiano el gesto más importante y central de toda la semana, si se vive con toda su expresividad y dinamismo.


La preparación comienza con el canto o recitación del padrenuestro. No nos preparamos cada uno por nuestra cuenta para comulgar individualmente. Comulgamos formando todos una familia que, por encima de tensiones y diferencias, quiere vivir fraternalmente invocando al mismo Padre y encontrándonos todos en el mismo Cristo.


No se trata de rezar un «padre nuestro» dentro de la misa. Esta oración adquiere una profundidad especial en este momento. El gesto del sacerdote, con las manos abiertas y alzadas, es una invitación a adoptar una actitud confiada de invocación. Las peticiones resuenan de manera diferente al ir a comulgar: «danos hoy el pan» y alimenta nuestra vida en esta comunión; «venga a nosotros tu reino» y venga Cristo a esta comunidad; «perdona nuestras ofensas» y prepáranos para recibir a tu Hijo...


La preparación continúa con el abrazo de paz, gesto sugestivo y lleno de fuerza, que nos invita a romper los aislamientos, las distancias y la insolidaridad egoísta. El rito, precedido por una doble oración en que se pide la paz, no es simplemente un gesto de amistad. Expresa el compromiso de vivir contagiando «la paz del Señor», curando heridas, eliminando odios, reavivando el sentido de fraternidad, despertando la solidaridad.


La invocación «Señor, yo no soy digno...», dicha con fe humilde y con el deseo de vivir de manera más fiel a Jesús, es el último gesto antes de acercarnos cantando a recibir al Señor.


El silencio agradecido y confiado que nos hace conscientes de la cercanía de Cristo y de su presencia viva en nosotros, la oración de toda la comunidad cristiana y la última bendición ponen fin a la comunión. ¿No se reafirmaría nuestra fe si acertáramos a comulgar con más hondura?


Buona Domenica dell Signore. Dio con noi.

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