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01 de Junio, 2024 |
#Elecciones2024 #Opinión
Por Raúl Contreras Bustamante
(Excélsior) A finales de la década de los años 60 del siglo pasado, la vida democrática de nuestro país presenció activas movilizaciones de estudiantes que exigían —entre otras legítimas aspiraciones— un cambio político que ampliara y garantizara el ejercicio de la libertad, en sus distintas expresiones.
Después de los trágicos acontecimientos de 1968 que culminaron en la masacre de estudiantes en Tlatelolco, el gobierno quiso congraciarse con la juventud y el lunes 22 de diciembre de 1969, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, una reforma al artículo 34 constitucional que reconoció la ciudadanía a las mujeres y hombres, a los 18 años cumplidos.
La incorporación de jóvenes a las tareas de dirección gubernamental avanzó, tiempo después, mediante otra reforma constitucional reciente a los artículos 55 y 91, promulgada el 6 de junio de 2023, la cual redujo la edad para ser electo diputado a las personas a los 18 años —y no 21 como se establecía antes—, así como de 25 años para ser secretario de Estado, en lugar de 30 años.
Al 27 de marzo de este año, la lista nominal de electores con derecho a votar el día de mañana, se integra por más de 99 millones de personas. De ellos, se calcula que las personas entre 18 y 29 años representan 30% del padrón y 3 millones 566 mil 625 personas tienen entre 18 y 19 años, lo que significa que será su primera vez en emitir su voto en elecciones federales.
Gracias al privilegio que proporciona la docencia de tener contacto con jóvenes de esas edades, podemos afirmar que en la actualidad ellos ven con apatía y desagrado la vida política que vivimos, debido al descrédito que padecen los partidos políticos y sus actores.
Los partidos políticos tienen la obligación señalada en la Constitución de promover la participación del pueblo en la vida democrática. Sin embargo, han abandonado la tarea de construir militancia, así como de informar, convencer y afiliar a los jóvenes en sus filas.
En cambio, ahora prefieren hacer alianzas partidistas —con otros partidos con los que a veces tienen serias diferencias ideológicas—; postular candidatos famosos, aunque no sean sus militantes, así como a gastar sumas millonarias en las campañas para tratar de obtener el voto mediante propaganda mediática.
Sin embargo, las estadísticas señalan que en las últimas elecciones el segmento del electorado entre 18 y 29 años es el menos participativo del padrón.
Es cierto que los jóvenes en la actualidad no han tenido que luchar por obtener sus derechos y el descrédito que la vida política padece es real, pero ello no debe ser motivo para desconocer que otras generaciones lucharon por su reconocimiento y que hoy es tiempo de que los ejerzan con un alto sentido de responsabilidad.
Es un imperativo que los jóvenes comprendan la necesidad y relevancia de su participación, porque no son sólo el futuro del desarrollo de nuestro país, sino el presente, y deben actuar en consecuencia, porque van a tener que vivir en el país que resulte de la elección.
El derecho al voto y a ser votados es un derecho, pero también implica una responsabilidad. La apatía y desinterés de los jóvenes para participar de la vida ciudadana no debe permitir que otros decidan por ellos, o bien que su abstencionismo deje que se impongan los intereses de los grupos organizados.
El momento que se vive en una casilla a la hora de elegir representantes populares, es el verdadero ejercicio de poder que nos concede el principio de la soberanía popular.
Mañana a votar con libertad jóvenes. A construir un México mejor.
Como Corolario, la idea de Albert Einstein: “Más que el pasado me interesa el futuro porque pretendo vivir en él”.
Nota original:
EXCÉLSIOR